A simple vista para algunos empresarios todavía puede significar un gasto, sin embargo en la relación “costo/beneficio”, las actividades de capacitación, entrenamiento y desarrollo son claramente, hoy en día y para muchos, una inversión con retorno asegurado.
Por tal motivo, la capacitación fue formando parte de las prácticas más habituales de los empresarios para actualizar los conocimientos de su gente y gestionar sus empresas con éxito.
No obstante, es dable aclarar que entendemos por “capacitar” al hecho de realizar distintas actividades que les permitan a las personas aprender a “hacer cosas nuevas” o a “hacer las mismas cosas de otras maneras”, a desarrollarse, a no quedar anclados a antiguas prácticas.
Detengámonos unos minutos a observar, desde dos puntos de vista, los efectos que este desarrollo de las personas tiene en las empresas:
Desde el punto de vista de los empleados/colaboradores participantes:
- Se sienten considerados y motivados.
- Entienden que al invertir en ellos son importantes para la empresa.
- Se les posibilita el desarrollo personal y profesional; aumenta su empleabilidad.
- Obtienen mayores habilidades y capacidades para un mejor desempeño.
- Les da mayor seguridad y contención en el desempeño de nuevos roles.
- Y contribuye a disipar sus intenciones de dejar la empresa por otras ofertas.
Desde el punto de vista de la empresa, podemos decir que:
- Se trabaja más organizadamente a nivel interno.
- Dinamiza sus procesos con gente más capacitada, con mayores conocimientos.
- Propone nuevas formas, nuevos conceptos y nuevas alternativas de competitividad.
- Fomenta la lealtad en la relación de los colaboradores con la empresa.
- Aumenta la eficiencia del equipo y de la empresa.
- Facilita alcanzar y superar los resultados; mayores niveles de rentabilidad.
A estos resultados se llega solamente mediante actividades organizadas hacia un objetivo a lograr, que empieza en un análisis (al preguntarnos “cómo estamos?”) y que en función de su respuesta se planifica el desarrollo de actividades para mejorar ese estado de manera continua, es decir: “sin prisa pero sin pausa”.
Transitando esta metodología, desembocaremos indefectiblemente en lo que denominamos “cultura de la mejora continua”.
Quizás parezca una tarea faraónica pero simplemente la clave está en hacer un buen diagnóstico que requiere de trabajo y de planificación y mucha voluntad para ejecutar lo planificado sin interrupciones.
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